La historia detrás de la foto de los ’90 que desenmascaró a Astiz
El represor gozaba del
indulto y concurrÃa a las discos de moda, hasta que una foto de revista lo
visibilizó y comenzó el repudio social.
31/08/2024
Por: Gabriela Ensinck
CorrÃan los años noventa y el clima festivo de la “pizza con champán”
del menemismo. Las leyes de Obediencia Debida y Punto Final durante el gobierno
de AlfonsÃn, y el indulto concedido por Carlos Menem a más de 200 militares y
civiles que habÃan cometido crÃmenes de lesa humanidad durante la dictadura
(1976-1983) daban un marco de impunidad para los ex represores.
En ese ambiente, frÃvolo y espeso, se movÃa como pez en el agua Alfredo
Astiz, el “ángel de la muerte”, sobre cuyas espaldas caÃan el
secuestro y asesinato de la estudiante sueca Dagmar Hagelin, las monjas
francesas Alice Domon y Léoni Duquet, la fundadora de Madres de Plaza de Mayo
Azucena Villaflor, entre varias decenas, acaso cientos, de crÃmenes más. Y
también una derrota, humillante para cualquier militar: la de haberse rendido
en las Islas Georgias frente a los ingleses, a fines de abril de 1982, sin
disparar un solo tiro.
Pero eran tiempos de fiesta y atrás quedaba el mal trago para un todavÃa
capitán de navÃo (recién serÃa destituido en 1998), que pisaba los 40 años y
gustaba de pasearse junto a jovencitas por las discos de moda.
Fue en abril de 1993 cuando su imagen -poco conocida para el gran
público, en tiempos en que no habÃa celulares y las cámaras usaban rollo- cobró
notoriedad al publicarse en la “vidriera” de la revista Gente.
El reportero gráfico Guillermo Pardo, autor de la foto, recuerda muy
bien aquel momento: “Esa noche, el jefe de seguridad de New York City me
presentó a Alfredo Astiz. El tipo me dio la mano y me advirtió: ‘No quiero
fotos’, cuenta. Luego subió con una joven rubia a los reservados. Lo seguÃ, y
él tomó el ascensor. Entonces bajé por la escalera a los saltos y le abrà la
puerta. Al verme, Astiz se dio vuelta, pero el espejo le jugó una mala pasada.
En un segundo acomodé la lente y el flash de mi cámara, me corrà para no salir
reflejado en la foto, y disparé el obturador. Fue una sola foto, que luego
habÃa que revelar, y yo recién la vi cuando salió publicada en la revista”,
relata.
Después de aquel disparo de flash, “Astiz salió del boliche con la
joven, y otros fotógrafos lo persiguieron. Ya en la calle, le pegó un puñetazo
y le rompió la cámara a uno de los colegas. Nadie lo denunció, asà era en esos
tiempos”, recuerda.
La foto salió publicada el 22 de abril de 1993 en la sección
“Personajes” de la revista Gente. “A partir de ahÃ, mis colegas
reporteros gráficos empezaron a escrachar a los represores que veÃan en
restaurantes y lugares nocturnos. La gente se levantaba y comenzaba a aplaudir,
o directamente a insultarlos”.
Luego del episodio, durante algunos meses, Pardo sufrió amenazas. “A la
salida de la editorial (Atlántida), un tipo desde un auto me hacÃa señas de que
me iba a cortar el cuello. Yo en ese momento no tuve miedo. TenÃa indignación
de que los represores y genocidas anduvieran sueltos por ahÃ… Yo habÃa hecho el
servicio militar en 1983, el último año de la dictadura, y la pasé muy mal…
SabÃa muy bien quién era Astiz, y por eso me obstiné en hacer esa foto. Fue mi
forma de decirle a él y a todos los milicos genocidas Nunca Más”, confiesa.
Hoy, el reportero gráfico siente que “hubo un antes y un después” de esa
imagen. “Los genocidas, a falta de una condena por parte de la justicia,
dejaban el anonimato y al ser reconocidos sufrÃan el escarnio público”, señala.
“Esos mismos personajes, que son hoy ancianos, no dejaron de ser
criminales. Quienes cometieron delitos de lesa humanidad no merecen estar
libres, ni tener prisión domiciliaria”, reflexiona.
Una visita inoportuna y un plan siniestro
El debate sobre la memoria y la condena social vuelve a cobrar vigencia
a partir de conocerse la visita que realizaron seis diputados libertarios al
penal de Ezeiza, donde cumplen condena Alfredo Astiz y otros represores
como Raúl Guglielminetti, Antonio PernÃas y Alfredo Donda, el pasado 11
de julio.
Tras la filtración de la visita, desde distintas organizaciones se
elevaron voces de repudio y en la propia cámara de Diputados se conformó una
comisión para investigar el hecho. En medio de las controversias, la diputada
por Mendoza Lourdes Arrieta, publicó en la red social X los chats del grupo de
WhatsApp en el que se organizaron las visitas y borradores de proyectos de ley
y decretos para otorgar la libertad a militares condenados por crÃmenes de lesa
humanidad.
Según las capturas de pantalla, el grupo estaba integrado por los 6
legisladores que participaron de la visita y otros 8 diputados del bloque de La
Libertad Avanza (del que Arrieta fue expulsada), más funcionarios y ex
funcionarios de la Justicia e integrantes de grupos de apoyo a los militares
represores.
Uno de los proyectos de ley pretende reformar el Código Penal e
incorporar una nueva causal de extinción de la acción penal: cuando hubieran
transcurrido 20 años desde el momento en que el Estado toma conocimiento de un
delito, sin que se hubiese llegado a sentencia. El proyecto se titula “Derecho
a ser juzgado en un plazo razonable”.
En tanto, el presunto decreto reglamentario, propone que,
independientemente del criterio de cada tribunal, se fije en 25 años “el plazo
máximo de un proceso penal. Vencido el mismo, operará la extinción por
insubsistencia de la acción”. En su artÃculo 2, agrega: “El término deberá ser
contado desde la fecha de comisión del delito y su cómputo se verá interrumpido
en caso que la Nación sufra la interrupción de la vida democrática”.
Las capturas de pantalla, al igual que la filtración de una foto en la
que condenados y diputados posan frente a la cámara, dejan registro certero de
la reunión y el plan siniestro que la enmarcaba.
Una vez más, hay imágenes que hablan por sà solas. La pregunta vuelve a
ser: ¿habrá una justicia o será la sociedad quien condene?
Fuente: Tiempo Argentino
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