Proscripción, hambre y silencios
La proscripción de Cristina Fernández es un oprobio
más del poder de los jueces quebrados de Comodoro Py. Juraron impartir
justicia, pero no trepidan en ser actores principales de su negación. Su
vocación ideológica de clase se alimenta de un antiperonismo cerril y un anti
progresismo cultural, que desnuda un fanatismo primitivo que obtura toda huella
democrática. Por su bancarrota ética y polÃtica fueron instrumentados hasta
convertirse en una expresión decadente y peligrosa que va generando una
situación de caos institucional. El trÃo de camaristas oscurece toda
perspectiva sustentada en valores democráticos que organicen la convivencia
ciudadana. Por la indecencia de este fallo ya no solo se revolcarÃan
Montesquieu y Rousseau, sino nuestros liberales: EcheverrÃa, Alberdi y
Sarmiento, a los que la hipocresÃa rampante del gobierno suele invocar.
La voluntad polÃtica de proscribir a la principal referenta de la oposición, precedida del complot para asesinarla, debe ser ponderada junto a las otras condiciones fundamentales que sustentan la idea de democracia con un sentido moderno: no hay democracia representativa sin un propósito polÃtico y humanÃstico de propender a un reparto justo y equitativo de los ingresos que aseguren una vida digna a la ciudadanÃa en todos los planos. No hay democracia sin un fuerte protagonismo de la sociedad en la vida de las instituciones sociales, culturales, barriales, etc. El pueblo debe ser partÃcipe y caja de resonancia de la vida polÃtica, con sus inevitables contradicciones y conflictos, ejerciendo permanentemente su derecho a opinar, a reclamar y protestar, incluyendo las expresiones en el espacio público.
La conducta polÃtica del actual gobierno opera en un
sentido opuesto, aplicando la coerción ante cualquier manifestación
reivindicativa y la represión para frenar el reclamo, como en el caso de los
jubilados, con el deliberado propósito de infundir el miedo, que induzca a la
pasividad y el silenciamiento. Milei y el Vocero potencian su discurso
impulsando la idea de que el presidente está en “un gran momento”, mientras sus
editorialistas estrellas afirman “que le salen todas” y que su apuesta a Trump
lo coloca como una suerte de genio mundial, en la nueva era de ultraderechistas
triunfantes.
Ese sistema de poder se propone acentuar su batalla
cultural con el propósito de continuar imponiéndole a la sociedad los valores
del mercado y el individualismo como los verdaderos motores de la historia y la
vida de las personas. En ese paradigma ideológico, los pueblos y las relaciones
sociales no cuentan, mucho menos el crecimiento exponencial de la pobreza,
unido indisolublemente al incremento de las riquezas de un núcleo de
supermillonarios. Este canon ya lo habÃa sacralizado Margaret Thatcher: “la
sociedad no existe, existe el individuo”. Esa narrativa, incorpora otro
elemento central, escindir el discurso en toda la parafernalia comunicacional
que manejan desde el poder de la situación real de la vida del pueblo. Se trata
de ocultar, negar e inventar historias para separar el relato de las
consecuencias de sus polÃticas económico – sociales. Nunca hablar de la caÃda
del salario, la recesión, la pérdida de ingreso de los 7 millones de jubilados,
los incrementos tarifarios, el retiro de medicamentos del PAMI, la desfinanciación
del sistema de salud y los hospitales públicos, cuyo emblema más dramático es
el Garrahan. Se debe silenciar también el plan de destrucción de la escuela
pública, las universidades y los organismos de ciencia y tecnologÃa, todo lo
cual se complementa con una polÃtica de subordinación carnal a Estados Unidos,
Israel y Gran Bretaña.
El ataque sistemático a la figura de Cristina viene adoptando diversas facetas. Una nota de un diario especializado en economÃa (14/11) da cuenta de testimonios coincidentes de operadores financieros locales. Asumen abiertamente, como si fuera de toda lógica, que la condena a Cristina beneficia a los mercados, quienes esperaban que el fallo llevarÃa inevitablemente a la suba de sus bonos y la baja del riesgo paÃs como “premio”, por sus ganancias especulativas. Se trata de una verdadera confesión: la condena de los tres operadores de Mauricio les genera enormes fortunas.
Cuando intentaron asesinar a Cristina, la “justicia
capuchettista” excluyó de su misión a los financistas y a los inspiradores
intelectuales del atentado. Las otras grandes inmutables señorÃas acompañan con
su silencio la degradación del poder judicial. En la misma lÃnea, hay otros que
apoyan a Milei, aunque a veces tapándose la nariz, y también están exultantes con
el fallo: Morales Solá desde la tribuna de doctrina reclama un prontÃsimo
pronunciamiento de la Corte (descuenta que serÃa condenatorio) o bien que se
apruebe el proyecto de Ficha Limpia. Si celebraron los bombardeos del ´55 que
masacraron a 334 civiles, ya que “era lógico” destituir y matar al tirano, cómo
no reclamar la muerte civil de Cristina.
El gobierno está gozando de las mieles del apoyo del
establishment deslumbrado por las oportunidades inesperadas de negocios
provenientes de próximas enajenaciones del patrimonio público y de la
potenciación de sus ganancias por la conculcación de los derechos sociales y
laborales de las mayorÃas. Mientras les ofrecen en bandeja el saqueo continúan
decididos, solo por ahora, a apoyar al presidente soslayando sus exabruptos
anti-republicanos. El alineamiento incondicional a Estados Unidos también los
entusiasma. Los CEOs locales de las reputadas asociaciones empresarias expresan
permanentemente su apoyo al ajuste fiscal, la destrucción del estado, el pago
de la deuda al FMI y a los prestamistas, es decir, a ellos mismos. Sin embargo,
el conflicto social está latente en los sectores del trabajo, en las
universidades, en los núcleos más humildes que todavÃa pueden cubrir su canasta
básica y en los otros millones a los que catalogan indecorosamente de
indigentes, cuando debieran colocarse en la columna del hambre.
En estos tiempos de cólera reaccionaria en Argentina,
resulta muy valioso escuchar a la presidenta de México, Claudia Sheinbaum. Tras
las crÃticas del embajador estadounidense Ken Salazar a su gobierno, le
contestó: “debe haber un diálogo de alto nivel, pero no subordinación, eso no.
México es un paÃs libre, independiente y soberano, trabajamos juntos, pero no
hay subordinación”.
* Secretario general del Partido Solidario. Director
del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini.
Fuente: Página/12
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