"Manuel Dorrego entre la literatura y la historia", una notable compilación de crónicas, testimonios y ficciones
Figura fantasmática de la
historia argentina, Manuel Dorrego está anclado en el corazón de la violencia polÃtica
inaugurada trágicamente con su fusilamiento por orden de Lavalle. A lo largo
del tiempo, las crónicas y ensayos históricos como asà también novelas, obras
de teatro y poemas regresaron una y otra vez a los hechos más salientes de su
vida y a su muerte. Manuel Dorrego: Entre la literatura y la historia
(Ediciones bonaerenses) es una extraordinaria antologÃa de textos compilados y
prologados por Guillermo Korn. Una biografÃa poliédrica e intensa que recrea el
drama incesante de nuestra historia.
25 de agosto de 2024 -
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Entre la historia y la
literatura, Manuel Dorrego sigue siendo un fantasma que recorre la Argentina.
Es el otro –el otro de Lavalle, el otro de Rosas-, el fusilado que vive en la
conciencia de la elite al menos hasta 1853, el militar heroico y alocado (El Loco
Dorrego) que, sin embargo, no muere en el campo de batalla
contra el enemigo de nuestra independencia, sino que, como vÃctima
indudablemente sacrificial, habilita la violencia polÃtica en esta dulce
tierra: a partir del fusilamiento de Dorrego, se genera un extraño
consenso acerca de cómo dirimir las diferencias internas. Y, sin embargo,
su causa era racional y moderada. Hasta Sarmiento y Mitre lo reconocieron asÃ.
Y muchos años después, el historiador Tulio HalperÃn Donghi señalará que la
ejecución sin juicio militar ni ordinario de Dorrego, marcará el quiebre de “la
tradición amable de la polÃtica revolucionaria porteña”.
Todas estas facetas de
quien fuera héroe de unas cuantas batallas y gobernador de Buenos Aires
aparecen iluminadas y escandidas una y otra vez en un volumen notable de
Ediciones Bonaerenses: Manuel Dorrego entre la literatura y la historia,
compilado y prologado por Guillermo Korn. AntologÃa, biografÃa
poliédrica, trabajo singular y exhaustivo de rescate, archivo de archivos, el
libro se propone guiar a los lectores por una multiplicidad de “entradas” pero
armando un relato tan polifónico como cronológico. Está compuesto por cuatro
partes que abarcan, la primera, desde el nacimiento en 1787 hasta 1820, cuando
culmina su exilio en Baltimore, Estados Unidos; la segunda y más vertiginosa
abarca desde su regreso a Buenos Aires hasta el fusilamiento, el 13 de
diciembre de 1828 en la localidad de Navarro; la tercera está compuesta de
poemas de distintas épocas e intenciones, incluyendo algunos anónimos, que
giran alrededor del fusilamiento y su figura ya vuelta mito y mártir, en tanto
la última parte se dedica a reconstruir los efectos ulteriores de todos estos
acontecimientos a partir de 1829, cuando se cumple un año de la muerte de
Dorrego, exhuman su cadáver y muchas autoridades, incluyendo eclesiásticas, que
lo habÃan abandonado a su suerte, le rinden unos ostentosos honores.
Estamos frente a un trabajo
de inspiración eminentemente viñesca en sus afluencias, pliegues y meandros que
nunca permiten que nos extraviemos aun en los momentos de máxima apertura
conceptual y estética, sobre una figura eminentemente borgeana. Porque Dorrego
queda en la memoria histórica y lectora como aquel hombre que nace para cumplir
un designio inexorable ligado al coraje y, no menor, a la exaltación de una
razón que termina desbordándose a sà misma, como si la frágil entelequia
llamada Provincias Unidas (“¡Unidas!”, subrayó Sabato en las páginas que le
dedica a Lavalle y al fantasma de Dorrego en Sobre héroes y tumbas)
hubiera sido una invención, o una excusa, para que en tan incierto territorio
tuviera lugar el sacrificio de un hombre llamado Manuel Dorrego un dÃa nublado
y caluroso de 1828. Para que se cumpliera un destino.
Pero la lectura de los
testimonios y crónicas de historiadores y protagonistas de esa historia,
desmienten parcialmente a Borges. Todo parece una lenta y enmarañada trama
invisible en la que la grieta y la maldición van tiñendo de sangre cuerpos y
almas. Hay causas especÃficas y otras más contingentes y nebulosas para que la
historia desemboque en ese enfrentamiento de dos hombres fuertes de las guerras
de independencia. Es una constelación en la que por detrás se retira de
escena Rivadavia y por delante aparece sigilosamente Rosas. En textos de -entre
muchos otros- Gabriel Di Meglio, LucÃa Gálvez, Pedro Orgambide, Ema Cibotti,
David Peña, David Viñas, Raúl Fradkin, Jorge Abelardo Ramos, Rodolfo Ortega
Peña, José Pablo Feinmann, Daniel Moyano, Tulio HalperÃn Donghi, con
testimonios, crónicas, cartas y bastante dramaturgia, asistimos a la
reconstrucción de un verdadero drama histórico que no es tragedia
porque no fueron los dioses los que le soplaron al oÃdo a Lavalle que lo fusile
a Dorrego sino hombres de carne y hueso como él, polÃticos porteños que desde
la muerte de Moreno se habÃan enviciado con la intriga y la conspiración. Y,
sin embargo, textos como el de Fabio Wasserman postulan que, cuando le tocó
ejercer el poder polÃtico, Dorrego implementó “una polÃtica moderada”. No es en
la dicotomÃa civilización o barbarie que transcurre y se remata esta parte de
la historia argentina, sino en una interna de la elite donde los hombres de
acción podÃan ser espadas sin cabeza, como se le atribuye a Lavalle, o locos
pero instruidos y pragmáticos, como Dorrego y su federalismo “racional”.
Igualmente, esa racionalidad y esa moderación de poco le sirvieron a la hora
señalada.
El otro aporte notable de
este libro proviene del campo de la literatura, entendida como algo más que
escenas, diálogos y reconstrucciones arquetÃpicas de la novela histórica.
Quizás, la parte más sorpresiva de Manuel Dorrego entre la literatura y
la historia sea la sección de poemas, un aporte desde la épica anónima
y los intentos de capturar la tragedia argentina en versos y remolinos de
sentido; una lÃrica desgarrada y solemne acorde con los
tiempos (muy destacable “Pequeña patria” de Vicente Zito Lema) y, desde la
perspectiva antológica del libro, una aproximación a la hipótesis de que la
poesÃa tiene mucho que decir acerca de la Historia, más de lo que se suele
creer o aceptar.
Diseminadas en las otras
partes del volumen, las entradas literarias suelen mostrar un apego a los
hechos verdaderos, pero siempre hay un Ãmpetu por ir más allá, indagando en los
dilemas del primer gran episodio de la patria fusilada. Quizás, las páginas
desoladas que le dedicó Ernesto Sabato en el último capÃtulo de Sobre
héroes y tumbas al éxodo de los soldados huyendo a todo galope con la
cabeza de Lavalle, perseguidos por Oribe (“Nunca Oribe tendrá la cabeza”) para
alcanzar Bolivia, resumen el sentido más profundo de todo este capÃtulo de la
historia al que cuesta sacarle un mÃnimo de moraleja. Lavalle muerto y
putrefacto el cuerpo hasta que lo descarnan, “el alma de Lavalle advierte las
lágrimas de Danel y reflexiona asÃ: sufres por mÃ, pero deberÃas sufrir por ti
y por los camaradas que quedan vivos. Yo no importo, ahora. Lo que en mà se
corrompÃa, tú lo estas arrancando y las aguas de este rÃo lo llevarán lejos,
pronto ayudará a una planta a crecer, quizá con el tiempo se convierta en flor,
en perfume. Y me conforta que guarden el corazón. ¡Tan lealmente me ha
acompañado en la adversidad! Y también la cabeza, sÃ. Esa cabeza que aquellos
doctores dicen que nada valÃa. Quizá lo dijeron porque me repugnaba aliarme con
extranjeros o porque esa larga retirada les pareció absurda y sin objeto,
porque no me decidà a atacar a Buenos Aires cuando tenÃamos sus cúpulas a la
vista; esos intelectuales que no sabÃan que en aquellos dÃas en que volvà a ver
los campos en que fusilé a Dorrego me atormentaba su recuerdo, y más ahora que
veÃa que el pueblo de la campaña estaba con él y no con nosotros, cuando
cantaba: Cielo y cielo nublado por la muerte de Dorrego…”
Juego de espejos, fantasmas
entre fantasmas y el arranque de la historia alucinada como una modalidad que
marcarÃa, además de esa visión poetizada de héroes y tumbas, las lÃneas
históricas que reverberan más acá o más allá de Dorrego en textos de Enrique
Molina, Sara Gallardo, José Pablo Feinmann, Andrés Rivera, Libertad
Demitrópulos, Ricardo Piglia. Excesos de angustia y terror, fragmentos de una
Argentina en pedazos cuyas astillas ahora se incorporan magistralmente a este
libro coral, colectivo y sediento de comprensión como deberÃa ser la
Historia.
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